me siento debil, el sentimiento inevitable, este instinto insaturable que me exige la natura. el escudriño constante en mi interior por parte de algún pasajero enajenado no deja de molestar, y crecen insatisfechas mis ganas de matar. matar o morir. dejar de existir muriendo, o matando
me duele, lo hace porque me duele. El hijo de puta sabe que me duele pero no deja de golpearme. cada vez más abajo. cada vez más fuerte.
mi boca siente el gusto amargo y caliente de la sangre, últimamente está familiarizada con este sabor.
el sigue su trabajo, no flaquea, no cesa. me cuenta que es mi culpa, que yo lo obligo, que a mi me gusta.
"¡gracias por avisarme!" no tenía idea que yo era la que le pedía que me deforme, que rompa todo adentro. no sabía que yo estaba eligiendo ser violada, en el más hipotétio y literal de los sentidos.

mientras planeo objetar que el esternón me duele de toser, que lo moretones son partes de crecer, que las ojeras se deben al calor, él con lágrimas en los ojos me pide perdón. me narra su semana agotadora y agobiante, me cuenta cuánto quiere cuidar mi alma, promete en vano que no se repetirán los escandalosos hechos de esta tarde en el  futuro.

asqueda de mentiras me retiro de mi habitación vacía. planeo un fututo en el paraíso, sin mi cuerpo golpeado, sin mis lágrimas, sin mis falsas risas. me retiro, adiós a todos.

¿alguien podrá ayudarme a dormir para olvidar al despertar?

(fragmento)

Por algo fueron mujeres las víctimas de las cacerías de brujas, y no sólo en los tiempos de la Inquisición. Endemoniadas: espasmos y aullidos, quizá orgasmos, y para colmo de escándalo, orgasmos múltiples. Sólo la posesión de Satán podía explicar tanto fuego prohibido, que por el fuego era castigado. Mandaba Dios que fueran quemadas vivas las pecadoras que ardían. La envidia y el pánico ante el placer femenino no tenían nada de nuevo. Uno de los mitos más antiguos y universales, común a muchas culturas de muchos tiempos y de diversos lugares, es el mito de la vulva dentada, el sexo de la hembra como boca llena de dientes, insaciable boca de piraña que se alimenta de carne de machos. Y en este mundo de hoy, en este fin de siglo, hay ciento veinte millones de mujeres mutiladas del clítoris.
No hay mujer que no resulte sospechosa de mala conducta. Según los boleros, son todas ingratas; según los tangos, son todas putas (menos mamá). En los países del sur del mundo, una de cada tres mujeres casadas recibe palizas, como parte de la rutina conyugal, en castigo por lo que ha hecho o por lo que podría hacer:
—Estamos dormidas— dice una obrera del barrio Casavalle de Montevideo. —Algún príncipe te besa y te duerme. Cuando te despertás, el príncipe te aporrea.
Y otra:
Yo tengo el miedo de mi madre, y mi madre tuvo el miedo de mi abuela.
Confirmaciones del derecho de propiedad: el macho propietario comprueba a golpes su derecho de propiedad sobre la hembra, como el macho y la hembra comprueban a golpes su derecho de propiedad sobre los hijos.
Y las violaciones, ¿no son, acaso, ritos que por la violencia celebran ese derecho? El violador no busca, ni encuentra, placer: necesita someter. La violación graba a fuego una marca de propiedad en el anca de la víctima, y es la expresión más brutal del carácter fálico del poder, desde siempre expresado por la flecha, la espada, el fusil, el cañón, el misil y otras erecciones.
yo no quiero volverme tan loco
en tiempos donde nadie escucha a nadie, en tiempos donde todos contra todos, en tiempos egoístas y mezquinos, en tiempos donde siempre estamos solos habrá que declararse un inocente o habrá que ser abyecto y desalmado

tendré que hacer lo que es y no debido, tendré que hacer el bien y hacer el daño. no olvides que el perdón es lo divino y errar a veces suele ser humano

yo era un pibe triste y encantado de Beatles, caña Legui y maravillas; los libros, las canciones y los pianos, el cine, las traiciones, los enigmas, mi padre, la cerveza, las pastillas, los misterios, el whisky malo, los óleos, el amor, los escenarios, el hambre, el frío, el crimen, el dinero y mis 10 tías me hicieron este hombre enreverado